‘lo único que hay que erradicar de las villas es la miseria…’ padre Carlos Mugica (1930-1974)
El Barrio 31, es un asentamiento informal que tiene sus inicios en la década de 1930. Su crecimiento ha sido constante desde su nacimiento hasta la actualidad, habiéndose acelerado de manera exponencial en los últimos 20 años. A pesar de que el desarrollo de su infraestructura no ha acompañado este crecimiento, manteniendo a un elevado número de habitantes en situación de precariedad y abandono extremo, el barrio ha gestado una identidad fuertemente marcada con situaciones urbanas atípicas que lo convierten en un enclave único dentro de la Capital.
Es el objetivo de este trabajo profundizar en el análisis de aquellas directrices arquitectónicas esenciales que han surgido de manera espontánea, sin planificación por parte del Estado, y se han mantenido inalterables con el paso del tiempo, transformándose hoy en características de ocupación distintivas del barrio en cuestión. El reconocimiento, estudio y análisis de estos rasgos espaciales tangibles, permite cuestionar algunas de las diversas intervenciones surgidas a lo largo del tiempo como iniciativas de ‘formalización de lo informal’.
La investigación parte del estado actual del asentamiento, el relevamiento gráfico y planimétrico de las tramas existentes, densidades, sistemas de movimiento y específicamente, la condición de peatonalidad dominante, para concentrarse luego en la introducción de algunas de las variables de intervención propuestas a lo largo del tiempo, y sus escenarios resultantes. Esta puesta en crisis de futuros posibles, permite realizar una serie de reflexiones críticas que se consideran relevantes a la hora de intervenir en un enclave con tanta identidad e historia como es el Barrio 31.
Se considera como premisa esencial para el análisis, la cuestión de la peatonalidad que caracteriza el conjunto urbano, como situación inédita, original y propia, destacándola como un valor arquitectónico-cultural-social a preservar y defender. Con este parámetro claro, se intenta superar aquellas tendencias totalizadoras e invasivas, que pretenden erradicar y sistematizar las particularidades que se han desarrollado de manera espontánea en entornos no-planificados como el del Barrio 31.
Contexto histórico y actualidad
El Barrio 31 ‘Carlos Mugica’, llamado así en honor al sacerdote que fundó la parroquia ‘Cristo Obrero’ y fue asesinado en 1974, tuvo sus inicios en la década del ’30, con los primeros trabajadores del nuevo Puerto de Buenos Aires que se instalaron en un barrio proyectado por el propio Estado Nacional, y con la crisis mundial del ’29 se quedaron sin trabajo. Nació de esta manera la ‘Villa Desocupación’.
Actualmente, abarca una extensión aproximada de 72 hectáreas, y su población ha crecido exponencialmente, pasando de tener 26.400 habitantes en 2009 a poco más de 40.000 en 2017, según datos del último censo poblacional realizado en la región (se estima que ese número ha crecido aproximadamente un 30% más en los últimos 4 años).
Prácticamente la totalidad de las viviendas está ubicada en terrenos ocupados de manera informal, razón por la cual sus habitantes no tienen acceso a servicios públicos básicos como pavimentación, agua potable o electricidad.
Como consecuencia, la mayoría de los habitantes vive de forma precaria, sumado a la vulnerabilidad que genera la falta de propiedad sobre las tierras, altamente codiciadas por inversores privados y por el propio Estado Nacional.
Esta constante puja entre los intereses de los habitantes y el Estado o las empresas privadas, ha encontrado diversos canales de representación a lo largo del tiempo, y se han desarrollado proyectos de diversa índole para operar en dicho territorio, sin embargo, las acciones
normalmente terminan sin materializarse, por la falta de consentimiento y acuerdo con los pobladores, quienes han resistido todo tipo de intentos de erradicación, y defienden con celo su derecho a la vivienda.
La actitud del Estado en relación a este fenómeno urbano ha ido variando con el paso del tiempo. Inicialmente, la política fue ignorar la existencia de un problema, el cual se percibía como un hecho temporal y que paulatinamente desaparecería. A medida que la densificación se fue acentuando, se promovieron iniciativas de desalojo (Plan de erradicación de villas de Emergencia – 1968),
especialmente durante los procesos militares de gobierno (Erradicación Masiva Militarizada – 1974), que sin embargo no lograron erradicar a los habitantes gracias a la resistencia organizada y el carácter de pertenencia del barrio que ya se estaba gestando, aunque sí disminuir muy significativamente su población (de 16.000 a 250 habitantes).
Posteriormente, se buscaron soluciones de reubicación, realizando traslados masivos de familias a complejos residenciales en localizaciones nuevas. Esta iniciativa tampoco logró desarticular la esencia del Barrio, ya consolidada.
Actualmente y hace algunas décadas, ha proliferado el enfoque de ‘urbanización integral’, que no busca remover a la población de su ubicación, sino que se centra en el mejoramiento de la infraestructura básica, las condiciones de habitabilidad de las viviendas, y los derechos legales sobre las mismas (primera ordenanza de radicación de villas 44873, antecedente para la ley 3343 qe urbanización de villas).
Sin embargo, el conjunto de las propuestas proyectuales y legales, algunas teóricas y otras materializadas en parte, ha mantenido un rasgo común: el continuo afán por la sistematización del enclave, así como la eliminación de sus características urbanas específicas que lo diferencian del resto de la Capital, y su englobamiento con el sistema urbano que ésta posee.
Tramas y sistemas de movimiento
Dadas las barreras físicas antes mencionadas, el barrio no posee buena comunicación vehicular con el resto de la Ciudad, sin embargo, tampoco parece necesitarla.
La ausencia de automóviles en las calles pavimentadas es casi total, denotando que solo una pequeña porción de la población parece hacer uso de este medio de transporte. Esta condición, determinada principalmente por una realidad económica que no permite el acceso a ellos, ha terminado por configurar un paisaje urbano donde el coche no tiene la presencia continua que sí tiene en el resto de la Ciudad de Buenos Aires.
El tejido urbanístico del barrio tiende a ser en toda su extensión, de uso mixto: la mayoría de las viviendas incorpora su propia fuente de trabajo en la planta baja, generando un zócalo comercial de uso público. Además, la construcción es sólida y estable: un alto porcentaje (85%) de las viviendas son de material duradero (ladrillo y hormigón), característica resultante de la ocupació principal de sus habitantes: la albañilería. Esta condición permite la densificación extrema que se ha producido en algunos sectores, llegando a los 4 o 5 niveles.
La condición de irregularidad es inevitablemente un resultado de la superposición de construcciones sin normativa, y sin previa planificación o subdivisión legal del territorio. Sin embargo, esa aparente irregularidad presenta patrones comunes que permiten intuir una cierta lógica de funcionamiento: se observa que los tamaños de las parcelas tienden a ser similares, así como sus características constructivas, la ocupación que se hace de los espacios vacíos, y la inexistencia de espacios intermedios.
Llenos, vacíos, espacio público y densidad
La particularidad más característica y que lo distingue de todo el conjunto restante de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, es su singular sistema de organización en manzanas. Como evidencia el esquema de llenos y vacíos, el trazado de las vías principales se diferencia de la lógica de manzanas tradicionales existentes en la Ciudad Autónoma de Bs As (polígonos más o menos ortogonales, en su mayoría cuadriláteros de superficies similares entre sí, delimitados por calles rectas formando ángulos cercanos a 90 grados).
El Barrio, sin embargo, ha desarrollado un sistema de circulaciones que responde a sus necesidades específicas, sin atenerse a las regulaciones oficiales ni al Código Urbanístico (CUE) que rige el resto de la ciudad.
Por eso se observa la existencia de supermanzanas, con proporciones que distan de ser cuadradas, y que tienden a un desarrollo lineal, posibilitado una construcción orgánica, diversificada y cambiante del tejido urbano.
Las líneas rectas tradicionales de los trazados en damero que dominan el terrtorio argentino desaparecen, dejando paso a morfologías irregulares y curvas, con líneas orgánicas que generan medidas variables de manzanas. Esta condición de irregularidad en la trama, genera tensiones dinámicas, focos de mayor concentración de espacios circulatorios, y zonas más densas, con menos espacio libre y mayor cantidad de niveles superpuestos.
Esas zonas se concentran, paradójicamente, alrededor y bajo la autopista Illia, cuya estructura ha sido incluso incorporada en algunas viviendas como sostén principal de su estructura.
La altura a la cual discurre la vía vehicular (12 m sobre el plano cero) ha marcado la altura de las construcciones que la rodean, encontrándose en la actualidad, de alguna manera ‘asimilada’ e incorporada por el tejido urbano.
Las imágenes muestran algunas de las situaciones cotidianas en relación a los límites físicos que han consolidado la morfología que vemos hoy del Barrio (muros perimetrales limitantes con la autopista y vías de ferrocarril). Éstos también lo han aislado casi completamente del sistema vial y la comunicación con el resto de la ciudad.
Este punto, clave para el entendimiento de su lógica de movimientos internos, se ha considerado siempre como una situación negativa y paradójica en relación a su céntrica ubicación geográfica, muy próxima a los barrios de mayor
poder adquisitivo y mejor conectados de la ciudad y sin embargo tan aislada y lejana desde una perspectiva funcional.
Cabe preguntarse, si esta situación de aislamiento aparente no ha sido, en cierta medida, el factor determinante que ha permitido a la comunidad conservar sus lógicas de organización interna, casi sin intervención del Estado, liberando de esta manera la conformación de un paisaje urbano híbrido que incorpora, paradójicamente, muchas de las características consideradas esenciales para la historia del urbanismo.
De la erradicación a la radicación
La línea temporal permite relacionar y comprender el avance progresivo de las intervenciones de diversa índole propuestas para el Barrio. Desde sus inicios como barrio obrero creado por inicitiva del Estado para acompañar la construcción del Nuevo Puerto de Bs As, hasta los actuales planes de urbanización total y sectorizada, resultado de la ley 3343 sancionada en 2009 en favor de la urbanización. La ruptura principal se produce, sin embargo, a partir del año 1983, con la vuelta a la Democracia luego de un
período de Dictadura Militar. En este quiebre se elimina definitivamente la concepción de ERRADICACIÓN vigente hasta el momento, y se instala la idea de la RADICACIÓN.
Sin embargo, en la década del ‘90, las políticas fomentadas por el Estado a través de concursos de ideas en su mayoría, aun promovían la idea de ’ocultar’ e ‘ignorar’ la existencia del barrio 31, a través de la transformación urbana del sector y la creación de ‘barreras’ visuales que negaban su vinculación con la ciudad.
El avance en la discusión integral y especialmente en la creación de conciencia popular sobre el sentido de pertenencia, ha direccionado a los gobiernos sucesivos hacia la toma de decisiones cada vez más cercanas a la opinión ciudadana y el respeto por la preexistencia. El cambio de milenio trajo consigo una crisis muy fuerte en la Argentina, que impactó también en las formas de pensamiento y que ha permitido desarrollar iniciativas un poco más direccionadas a la integración.
En esta linea podemos ver concursos nacionales de ideas para la modificacación del trazado de la utopista Illia, así como su transformación en un parque lineal en altura de uso público. También se destaca la propueta del estudio ELEMENTAL, de creación de un edificio-puente con un parque en su cubierta, que vincule los barrios Recoleta – Barrio 31.
Las iniciativas que acercan el tema a los ámbitos universitarios como los workshops, también ayudan a ‘pensar entre todos’ cómo actuar.
Laboratorio crítico
La selección de las tres propuestas más significativas se ha realizado y puesto en común con el objetivo de relacionar y oponer algunos aspectos esenciales de cada una de ellas entre sí. El conjunto de las demás iniciativas es variado en escalas y temáticas abordadas. Además, algunas se encuentran materializadas (el cerco perimetral o la casa de la cultura) y otras se han quedado simplemente en ideas (’20 ideas para bs as’, desarrollo urbanístico para el área de Retiro, Centro cultural villa 31), por lo que resulta más útil reflexionar sobre aquellos cambios posibles generados por intervenciones a nivel urbano a realizarse.
Conclusiones y comentarios
La aplicación del Anteproyecto oficial del año 2015 propone el desalojo de un alto porcentaje de familias para ser reubicadas en edificios multifamiliares de nueva planta, construidos en terrenos vacantes en el predio contiguo (detrás del actual barrio); además, plantea la rectificación de las vías de circulación con la introducción del tránsito vehicular, y la subdivisión del espacio construido en manzanas regulares.
En el esquema de aplicación vemos las superficies que serán demolidas para su aplicación, así como aquellos sectores que se mantendrán contenidos en manzanas (un 43% de la superficie en el primer caso, y un 57% en el segundo).
Estas transformaciones, evidenciadas en la disminución de una gran superficie de circulaciones peatonales (esquema superior), no terminan siendo más que una solución estándar y anodina, que continúa perpetuando un modelo de homogeneidad y despersonalización de la ciudad, suprimiendo aquella expresión característica del enclave: la peatonalidad dominante, que lo diferencia y distingue del resto de los barrios, y lo hace un enclave con identidad y dinámica propias.
En contraposición, las otras dos propuestas seleccionadas, presentan matices diferentes. La construcción del edificio-puente propuesto por Alejandro Aravena ataca, de manera particular y sin invadir, el problema de la ‘ciudad partida’, la falta de vinculación entre el barrio y Bs As. Si bien la iniciativa no deja de ser una propuesta que opera sobre uno solo de los problemas, el fin es claro y contundente, logrando verificarse los beneficios sin ir en detrimento de ninguna parte de la población.
El caso del cambio del trazado de la autopista Illia también representa una solución bastante pragmática a un conflicto latente como supone una vía de tránsito rápido en medio de un barrio peatonal, además de la barrera física que supone para la conectividad interna. La estigmatizacion de la pobreza, sumada a estas razones antes mencionadas, representa también un punto crucial en esta situación.
En conclusión y relacionando estos tres escenarios combinados, así como sus posibles consecuencias o implicancias en la población, es posible decir que aquellas intervenciones realizadas sobre tejidos urbanos con tantas capas de complejidad, historia y conflictos, jamás pueden suponer cambios drásticos y cortes contundentes en sus modos de operar, porque ésto inevitablemente acarreará consecuencias irreversibles para la población residente.
Esencialmente, los cambios deberían ser repensados de forma integral pero atendiendo a las particularidades de cada sector, y accionando de manera cuidadosa y delicada, consciente de las consecuencias y con el objetivo claro del mantenimiento de aquellos aspectos esenciales y particulares del espacio urbano en cuestión, evitando de forma absoluta las soluciones sistemáticas e impersonales que transforman las ciudades en tramas abstractas sin identidad.